No se sabe exactamente desde cuando se cuentan cuentos e historias en la
Plaza Jemaa el Fna de Marrakech pero parece que desde su fundación, hace ya
casi mil años.
Contar historias y cantar canciones son dos actividades
profundamente arraigadas en la cultura bereber y han formado parte de sus
rituales diarios. Los cuenta cuentos viajaban de pueblo en pueblo contando
historias sobre el modo de vida de tierras y pueblos distantes, proporcionando
a sus oyentes, una ventana al mundo, un noticiario oral que rompía
la monotonía de la jornada y servía de entretenimiento a todos los
públicos.
Con la fundación de las primeras ciudades es probable que surgiera un
tipo de cuenta cuentos más sofisticado, profesionalizado y pagado. Surgen así
los hlaykia que solían contar sus historias a las puertas de las murallas
medievales frecuentemente acompañados por el son de la música. Para subsistir
puede ser que acompañaran esta actividad con la venta de amuletos, pócimas
y talismanes.
Se estima que en Marrakech la tradición de contar cuentos se inició un siglo
después de su fundación aunque la primera mención escrita sobre
ello es del Siglo XVII, en la que el teólogo El Hassan Youssi escribe
"Llegué a Marrakech en el año 1060 (1650 DC). Allí me vi en una gran explanada
donde se rezaban plegarias al profeta. Después me sume a un gran corro de gente
que escuchaba a un anciano que contaba historias cómicas."
Antes de la creación de la ciudad este lugar no era más que un simple
oasis en el desierto, un lugar donde los camellos de las caravanas abrevaban y
que al poco se convirtió en un cruce de caminos en el que los viajeros
descansaban e intercambiaban mercancías e historias. Desde
entonces parece que la plaza ha sido para Marrakech su lugar sagrado, centro cultural
y lugar de encuentro y constituye hoy en día uno de los lugares más animados
del mundo entero, en constante movimiento y cambio.
Hace no mucho, durante el reinado de Mohamed V, la singularidad des
esta plaza estuvo a punto de perderse ya que se convirtió en una gran parking
descubierto y parece ser que en una cena en el fabuloso hotel la Mamonuia
con Eleanor Roosevelt, viuda del presidente de los EEUU, ésta le
mostró al rey su disgusto por haber dejado que la plaza perdiera su identidad.
El rey en agradecimiento por el apoyo prestado a su país por la administración
de Roosevelt, ordenó restaurar la animación perdida a la plaza y así ha
seguido desde entonces.
En los 70 se convirtió en meca hippie y luego ha asistido a la
transformación turística pero sin perder totalmente su esencia como foro de
encuentro y reunión. Y en todos estos años, los mismos personajes de
siempre, interpretados por distintas personas, han sobrevivido al paso del
tiempo.
Todos menos quizás uno, el del cuenta cuentos. Hace cuarenta años se
podían escuchar a más de 18 cuenta cuentos en la plaza. Hoy en día tan solo
sobreviven media docena que no son sino decrépitos ancianos que no tienen a
quién ceder su puesto y su arte. Aquí es donde reside el drama, no hay aprendices.
Las telenovelas, internet y los teléfonos móviles le han asestado una puñalada
mortal a la tradición oral y cuando nos queramos dar cuenta de lo que está a
punto de perderse, quizás sea demasiado tarde.
La gente parece no tener tiempo para historias hoy en día, pero uno se da
cuenta de que eso no se puede aplicar a todo el mundo cuando ve pequeños
grupos arremolinarse alrededor de uno de estos ancianos, oyentes que están
dispuestos a perder el autobús y prefieren esperar al siguiente con tal de no perderse
el desenlace, curiosos que se detienen y acaban envueltos por las historias que han perdurado desde tiempo
inmemoriales.
Desde Riad La Belle Epoque queremos acercaros algunas de estas historias....a ver qué os
parecen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario